Hace unos dias encomtre este interesante articulo de cuando RMS estuvo en Cuba.
En La Habana, el creador del movimiento del software libre arremetió contra Microsoft y otros monopolios que usan patentes de programas como herramientas de dominación
Por: TONI PRADAS
nacionales@bohemia.co.cu
(8 de marzo de 2007)
Si no fuera por la tupida barba que empieza a encanecer… si incluso pudiera aguantar la respiración y esconder la protuberante barriga… Si ciertas cosas no lo delataran, cualquiera apostaría por que Richard Matthew Stallman aún es un jovencito: Por estos días –el 16 de marzo– sus células fecharon 54 años huyendo de las arrugas.
Como un misionero, Richard Stallman anda por el mundo proclamando el derecho de los ciudadanos a poseer independencia tecnológica |
Y si no fuera porque anda afirmando por doquier que no es comunista, que su doctrina está en otro lugar del espacio filosófico, difícilmente alguien dejaría de aventurarse a describirlo con esa condición política: para muchos lo parece al calco, y si no, se preguntan ¿por qué anda desparramando la idea de que el software debe ser libre, mientras desafía el poderío de las transnacionales informáticas?
El ají pica en la boca de Bill Gates, fundador de Microsoft, cuyo sistema operativo Windows –bien protegido por patentes y artimañas para atajar alguna copia ilegal- burbujea en nueve de cada diez computadoras terrícolas. Amostazado, en 2005, en la feria electrónica de Las Vegas, dejó de tirar pullitas como solía hacerlo y soltó todas sus bilis: «Hay una nueva especie de modernos comunistas que quieren ahorrarse el incentivo para los músicos, los cineastas y los programadores, con distintos pretextos.»
Stallman, plato exquisito y proteico de la recién concluida Convención Informática 2007 de La Habana, respondió al dardo de Bill precisando que «promovemos la solidaridad social, el espíritu de cooperación y al mismo tiempo respetamos la propiedad privada». Movido por esos presupuestos, defendió el derecho de sus anfitriones de obtener software libre en cualquier país.
«El software privativo es dependencia y eso lleva a la colonización electrónica», azotó el rebelde Stallman. «Lo ha hecho en los Estados Unidos, Europa y otros lugares del mundo.»
Stallman fue más lejos. «Un programa privativo nunca es de confiar», azuzó, y advirtió que el software de licencia es una amenaza para la seguridad: como los usuarios no pueden examinar el código fuente, no tienen forma de saber lo que este ejecuta o qué aberturas en la «puerta trasera» del programa pueden haber dejado los diseñadores para tener acceso furtivo a la computadora en un futuro.
El código fuente es el conjunto de líneas de comandos, escrito con la sintaxis particular de determinado lenguaje de programación, convertido en lenguaje legible por la máquina por medio de compiladores, ensambladores o intérpretes. Es, digamos, el ADN propio de ese software.
Cuando el fin es lucrativo, el código se encripta de tal manera que intentar cualquier modificación para adecuar su ejecución a necesidades propias, es prácticamente imposible, a menos que se pague sin chistar. Un código libre, sin el yugo de las patentes, sí es modificable por el usuario e, incluso, puede ser distribuido solidariamente a otros con semejante necesidad.
Para Stallman, esas leyes de derecho de autor violan los principios morales fundamentales y resultan tan injustas como encarcelar a alguien por compartir o modificar recetas de cocina.
Con la casa a cuestas
La reciente Convención Informática 2007 otorgó gran importancia al software libre y contó con el presidente de la Fundación que coordina este movimiento (Foto: JUAN CARLOS GORT) |
Con su aspecto aparentemente descuidado de pacifista de los años 70, Richard Mathew Stallman, mejor identificado por RMS, anda por el mundo dedicado a su axioma. Siempre carga con su computadora portátil, sin embargo repele el teléfono móvil. Prefiere llevar su propio colchón, vaya a donde vaya, sin reparar en los alfilerazos y burlas de sus detractores y las tiras cómicas.
Y, claro está, parece disfrutar de sus manías excéntricas. Por eso se ha agenciado una segunda personalidad, una especie de alter ego que lo acompaña en su evangelización contra el software con dueño, misión que lo ha convertido en un trotamundos de las convenciones informáticas. San iGNUcio de emacs se hace llamar y responde gustosamente con una sonrisa.
-¡Ese es el padre de la revolución del software libre! –susurran cuando pasa. Pero él no escucha: padece una incipiente sordera.
Si su guerrilla urbana no hubiera ganado terreno como lo ha hecho, de cualquier manera RMS hubiera cobrado renombre por sus logros como programador. Uno de sus éxitos, el editor de texto Emacs, le redondeó como anillo al dedo su bautizo episcopal. Otros resultados profesionales fueron el compilador GCC y el depurador GDB, bajo la rúbrica del Proyecto GNU, el tótem de la lucha por el software redimido.
Efectivamente, bajo el paraguas moral, político y legal que propone como alternativa al desarrollo y distribución del software bajo licencia, edificó Stallman su mayor influencia. Con tales hierros inventó el concepto de Copyleft (aunque no fue él quien le puso el nombre), un método para licenciar software de forma tal que este permanezca perpetuamente libre y su uso y modificación siempre reviertan en la comunidad.
Richard Mathew nació en 1953 en Manhattan, Nueva York, un par de años antes que lo hiciera su archirrival Bill Gates. A los 12 tuvo su primer contacto con una computadora, una IBM 7094, que lo atenazó para siempre con la informática, tanto que a los 18 ingresó en el Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), siendo apenas un estudiante de primer año de Física en la Universidad de Harvard, carrera que nunca terminó.
En 1985 Stallman creó una alternativa libre al sistema operativo Unix, el GNU. Este en inglés se pronuncia ñu, así que este mamífero africano se convirtió a en su logotipo |
En esa época, compartir el software no acarreaba ningún problema y hasta formaba parte de la cultura hacker (de su lado lúdico, no del trasgresor) a la que se consagraba Stallman. Pero a comienzos de los 80 el afán comercializador de la industria del software comenzó a apretar el cuello con la corbata. Incluso algunos colegas fundaron la compañía Symbolics, la cual intentaba activamente reemplazar el software libre del Laboratorio con su propio software privativo.
Durante dos años, desde 1983 a 1985, Stallman por sí solo duplicó los esfuerzos con respecto al de los programadores de Symbolics, para impedir que adquirieran un monopolio sobre los ordenadores del Laboratorio. Pero para entonces él era el último de esa generación romántica, una especie en extinción.
Un ñu pasta en el disco duro
Cierto día pasaron pidiéndole que firmara un acuerdo de no divulgación de los programas y que llevara a cabo otras acciones que él consideró una traición a sus principios. «Fácil era unirme al mundo del software propietario», comentó años después. «Firmar los acuerdos y prometer que no iría en ayuda de mi amigo hacker. Podría haber hecho dinero de esta manera, y tal vez me hubiera divertido escribiendo códigos. Pero sabía que al final de mi carrera, al mirar atrás los años construyendo paredes para dividir a la gente, sentiría que usé mi vida para empeorar el mundo.»
Ese escozor lo impulsó a publicar en 1985 el Manifiesto GNU, en el cual declaraba sus intenciones y motivaciones para crear, en primer lugar, una alternativa libre al sistema operativo Unix. Así creó el equivalente GNU, cuyo nombre eligió siguiendo una tradición hacker, como acrónimo recursivo para GNU’s Not Unix («GNU No es Unix»). Como GNU en inglés se pronuncia ñu, escogió como logotipo un dibujo de este mamífero africano.
Desde entonces, el gurú Stallman se encarga de difundir la ideología GNU en todo el mundo mediante charlas y conferencias, en las que predica con su voz robótica: «Ser libre es no tener amo. Microsoft y los que desarrollan software privativo quieren convertirse en los amos del ciberespacio, y vivir bajo su poder es no tener una vida libre. Así que hemos construido otro continente en el ciberespacio donde no hay amos, para vivir en libertad.»
Para coordinar los esfuerzos, tiempo después creó la Fundación de Software Libre (FSF, siglas en inglés) y caviló en 1989 el concepto de Copyleft, utilizado en la Licencia Pública General GNU (conocida generalmente como GPL).
A la par se fue completando la mayoría del sistema GNU, excepto el núcleo, que empezaba a dar más dolores de cabeza que los calculados. Afortunadamente, Linus Torvalds liberó el núcleo Linux en 1991 bajo los términos de la GPL, y así se completó el sistema operativo GNU/Linux.
A partir de entonces, millones de programadores se unieron a la doctrina y una gran cantidad de aplicaciones hoy se distribuye y mejora por los propios usuarios. Por su parte, RMS, autor de libros como El derecho a leer, Software libre para una sociedad libre y El sin-sentido de las patentes, no ha dejado de recibir burlas, pero acopia aun más premios, doctorados honoríficos y micrófonos para hacerse escuchar.
«Las obras de conocimiento deben ser libres, no hay razones para que no sea así», defiende el insurrecto programador |
Hoy se encuentra trabajando en una nueva versión de la Licencia Pública y General, movido por aquel inicial sustento moral, el mismo que hoy le permite dormir tranquilamente sobre el colchón itinerante y le justifica el sentido de su acción cuando consulta con la almohada: «Tenía que hacerlo para vivir una vida ética».
Escapando de la inercia
Decía Mark Twain que un hombre con una idea nueva es un loco, hasta que la idea triunfa. Stallman, por su parte, sostiene que el software libre ayudaría a los países pobres a acortar la brecha digital que los aleja de los desarrollados. Para él, las patentes no solo son una fórmula de dominación, sino también un freno para el desarrollo de nuevas aplicaciones.
«La política de uso masivo y social de las tecnologías informáticas y de telecomunicaciones permite escapar a Cuba de la inercia en el empleo del software privativo», valoró en el Palacio de Convenciones habanero el presidente de la Fundación de Software Libre.
En perfecto castellano explicó que los beneficios de programación en software libre o de código abierto para la Isla coinciden con los cuatro principios fundamentales de este tipo de programación. El primero, la capacidad de usar el programa con cualquier propósito y, el segundo, estudiar este y adaptarlo a las necesidades particulares. Tener acceso al código fuente y poder distribuir copias del software es el tercer principio, mientras el último es la libertad de mejorar el programa y hacer públicas estas mejoras para los demás.
Stallman enfatizó que para esta nación bloqueada económica, comercial y financieramente hace más de 40 años por el Gobierno de Estados Unidos, el no suscribirse a diseños en operadores de código cerrado o restrictivo es una posibilidad para el desarrollo de productos digitales. Entonces sonrió y por instantes unos fuelles bajo los ojos delataron su edad real: «Las obras de conocimiento deben ser libres, no hay razones para que no sea así.»
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